Por la Alianza de Trabajadores Agrícolas, Centro de Apoyo de Surrey
La proxima vez que usted visite Richmond, Surrey, Langley, el Valle del Okanagan, o cualquier lugar en BC, preste atención a los campos donde nuestros alimentos están siendo sembrados y cultivados. ¿Alguna vez ha notado los trabajadores que laboran duro para poner esa comida en su mesa? ¿Se ha imaginado usted que en realidad son trabajadores temporales extranjeros, que vienen de México, Guatemala, el Caribe y las Filipinas para trabajar en Canadá por un salario mínimo, sin beneficios, sin pago de horas extras, y sin reconocimiento alguno de su contribución a la economía de Canadá?
Todo esto sucede bajo la vigilancia del gobierno canadiense, que puso en marcha el Programa Estacional de Trabajadores Agrícolas en 1966. Este programa establece un contrato con todas las reglas a seguir por los trabajadores y sus empleadores, pero éstos rara vez se aplican. Es así como las condiciones de vivienda pueden servir como un indicador para medir las condiciones precarias a las que estos trabajadores se enfrentan cada año en Canadá.
En 2011, viajamos a una zona aislada de Langley para visitar a trabajadores agrícolas. Encontramos 12 trabajadores, ocho mexicanos y cuatro guatemaltecos, quienes compartían un pequeño apartamento con dos dormitorios, un salón, una cocina y un baño. Cada uno de ellos pagó $575 de renta por la temporada. La cama de uno de estos trabajadores estaba justo al lado de la puerta de entrada del apartamento; dicha puerta estaba descompuesta y era imposible de asegurar, al igual que todas las ventanas del lugar. Los trabajadores habían intentado varias veces que su empleador mejorara las condiciones de vivienda, pero nada cambió. La barrera del idioma hizo la comunicación muy difícil y la complicidad de tanto del Consulado de México como del de Guatemala en no abordar la situación pero sí en amenazar a los trabajadores a dejar de quejarse si querían volver a trabajar al año siguiente, solo hizo el asunto peor. Los trabajadores mexicanos se fueron una vez su contrato terminó. Aunque el espacio de la casa era ahora suficiente para los cuatro guatemaltecos, las condiciones de vivienda se pusieron peor: el sistema de alcantarillado se rompió, inundando el cuarto de baño y la cocina. Los roedores comenzaron a salir a través de la tubería y la casa comenzó a ponerse fría pues ya era otoño y no había forma de detener el frío que se metía por las ventanas rotas. Para el tiempo que los trabajadores guatemaltecos regresaron a sus hogares en Guatemala, el pequeño apartamento seguía estando en condiciones decrépitas. La mayoría de estos trabajadores no fueron llamados a trabajar en Canadá al año siguiente, ya que su empleador los había reportado como “muy problemáticos”.
Hay más de treinta mil trabajadores agrícolas migrantes en Canadá cada año, y ni el gobierno federal ni el provincial han desarrollado ningún mecanismo claro y medible para proteger el derecho de estos trabajadores a condiciones dignas de vivienda; ni los consulados de los países de origen de los trabajadores han exigido alguna vez que Canadá implemente reglamentos y haga cumplir las mismas normas que los canadienses disfrutan para estos trabajadores. Las contribuciones de estos trabajadores a nuestras comunidades son de gran magnitud, sin embargo, muchos de nosotros preferimos ignorar que existen, y, sobre todo, de olvidar que necesitan de nuestro apoyo. Tal vez la próxima vez que usted se coma una manzana o compre unos tomates, tendrá a estos trabajadores en su mente.